Dirección: Josep María Flotats
Fecha: 24-06-09
Teatro: Caja Duero
Aforo: Lleno
Fecha: 24-06-09
Teatro: Caja Duero
Aforo: Lleno
Afortunadamente
Tengo un amigo al que le colocaron de segundo nombre Macario y que no está muy contento con lo que le tocó en suerte. Un detalle puede cambiarlo todo. En este caso no, afortunadamente. El nombre de esta nueva propuesta de Flotats, El encuentro de Descartes con Pascal joven, es lo único que le sobra al montaje que este magnífico actor dirige y protagoniza. Hombre, el título es descriptivo, pero también es frío y feo un rato largo.
Todo lo demás es digno de admirar. Una pequeña lección magistral de teatro de texto defendido con maestría desde la dirección, desde la interpretación y desde la sobriedad conceptual. Un espectáculo que puede pasar desapercibido para quienes no gustan de un teatro hecho por y para deleitarse en la palabra bien dicha y mejor interpretada.
Pascal y Descartes se encontraron una sola vez en su vida, en 1647. El primero era joven y estaba obsesionado con la defensa a ultranza de una fe ortodoxa y jansenista. El segundo tenía ya sus años y una experiencia envidiable. Al no haber testimonio de tal encuentro, el autor, Jean-Claude Brisville, nos presenta una crónica ficticia de lo que pudo haber sido tan interesante reunión.
¿Qué iban hicieron estos dos personajes en aquella situación? Pues hablar. Y eso es lo que nos propone la dirección de Flotats, dos personajes hablando de sus diferentes concepciones de Dios y la religión, de la vida. Dos actores sentados frente a frente, con muy pocos, pero acertados movimientos escénicos, con escasos elementos escenográficos y mucho diálogo. ¿Aburrido? En absoluto. Un curso entero de buen teatro, de interpretación ajustada, de entonación y de intención y de texto fino y con el toque justo de finura e ironía.
Una sutil advertencia para todos aquellos que se rodean de grandes efectos y alaracas con el fin de esconder su falta de sapiencia y sensibilidad. Una confirmación de que el texto y dos actores sirven para hacer buen teatro sin aburrir. La prueba viviente de que el teatro está vivo y nos hace vivir. El ejemplo de que un título malo simplemente es un título malo. Afortunadamente.
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