miércoles, 24 de septiembre de 2008

El rey que rabió


Dirección musical: José M. Pérez-Sierra
Fecha: 23/09/2008
Teatro: CAEM
Aforo: Lleno

Mi madre

Mi madre, que es una mujer sabia donde las haya, cada vez que va a ver una zarzuela y le preguntamos su opinión, contesta: ‘No, si cantaban muy bien, pero tenían unos vestidos que eran unos zarrios… ¡Me ha dado una pena!’

La producción de El rey que rabió es el claro ejemplo de lo que una buena producción, si de dinero y mejores intenciones hablamos, puede hacer para relanzar la zarzuela. Y eso que el libreto de Ramos Carrión flojea allá por donde se coja. Pero, lo cierto es que el resultado resulta muy, muy interesante porque se sustenta en una propuesta escénica excelente y una dirección musical de alto nivel por parte de José Miguel Pérez-Sierra.

El vestuario, ¡ve a verla madre!, es imponente si exceptuamos el de los soldados. Y la propuesta del director y el escenógrafo son algo que no se ven en la zarzuela actual. Una idea original, proponer un circo como centro escenográfico en torno al cual se desarrollan las acciones, da paso a dos horas y media de buen espectáculo. Y el mérito no es proponer el ambiente circense, el mérito reside en que todo, la estética, los malabaristas, los equilibristas, la escenografía, las gradas en las que se mueven los personajes tienen su sentido en el conjunto.

Nada falta y nada sobra en esa apuesta por la modernidad en la que, además, todo está bien aprovechado y justificado (el circo como símbolo de lo que se ha convertido un país y como continente de un espectáculo para el divertimento), puesto que se aprovechan todos los planos espaciales a los que el espectador llega con la vista y el sentido.

Destacan también la proyección de voz cuando hablan de los actores-cantantes (o al revés) y la interpretación de algunos de ellos, como Susana Cordón, Rosa, y Luis Álvarez, El General. Eso sí, algunos fragmentos del texto no llegaban bien al anfiteatro y eso es una cosa que pone nervioso al espectador, más que a la buena de mi madre cuando los artistas sacaban unos vestidos ‘medio raídos’. Ve a verla madre, y alucina. Te la recomiendo.

sábado, 13 de septiembre de 2008

Un adulterio casi decente

Dirección: Jaime Aizpilicueta
Fechas: 12/09/2008
Teatro: Liceo
Aforo: Lleno
Chari y su equipo
Hay que ver lo bien que hacen las cosas Chari y su equipo en el Liceo, o en el CAEM o donde sea. Que lo mismo les da que el teatro sufra una avalancha de gente, que esté medio vacío, que caigan rayos y centellas. Nunca una mala cara, siempre amabilidad, profesionalidad y sonrisas. Es un placer ir al teatro en Salamanca. Y mira que los espectadores somos pesaditos. Que si no encuentro mi butaca, que si aquí no se ve bien, que si llego tarde y con prisas, que si me puede guardar la entrada para dársela a mi amiga que llega tarde, que si me suena el móvil y contesto, que si comento la obra con mi compañera de butaca... Y ya digo, ni una mala cara.

Igual que en Un adulterio casi decente, malas caras no se le pueden poner. Si acaso de aburrimiento. Buenas intenciones las tiene todas, pero el resultado es el de una comedia cuya mayor virtud es que de lo cándida que es parece de otro tiempo.

No se le puede pedir más a un montaje cuyo decorado naturalista, de esos que recrean la habitación donde se desarrolla la escena con enormes paneles y cuyas puertas cada vez que se cierran producen un terremoto en escena, tiene más peso que el texto. Vamos, que no le echemos la culpa a la escenografía (acordémonos de La cabra), si hay algo que no funciona en el teatro es un texto plano y ñoño.

Un hombre y una mujer se llevan viendo como amantes durante un solo fin de semana al año siempre en la misma habitación de hotel. Ella está casada con un policía y él está viudo. Durante los años siguientes, representados en forma de escena, iremos sabiendo qué ocurre con sus vidas hasta el previsible desenlace. La base es interesante, pero el desarrollo está hecho para que unas cuantas señoras se rían con sus cosas de otros tiempos.

Así es que ni la dirección, a lo clásico, ni la interpretación digna de los protagonistas, pueden salvar un montaje que, eso sí, nos retrotrae a otros tiempos de añejas Ferias y Fiestas de Salamanca. Vamos que no nos hubieran salvado de tan anodina propuesta ni Chari y sus chicas bailando el can-can en escena. Y mira que lo hubieran hecho de maravilla. Seguro.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Hoy no me puedo levantar


Dirección musical: Isaac Ordóñez
Fecha: 11/09/2008
Teatro: CAEM
Aforo: Lleno

The best of

¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Por qué estamos aquí? ¿Hace la programación de la Feria de Ciudad Rodrigo una monja para que no fueran dos grupos salmantinos de solera y con montajes sólidos como Zanguango o Intrussión? ¿Por qué los hosteleros en tiempo de crisis son los únicos que no se aprietan el cinturón y siguen subiendo los precios? ¿Dónde está el baño? Preguntas y más preguntas en este sendero de la vida. Algunas son fáciles de contestar y las otras…

¿Le gusta a usted Mecano? Si la respuesta es afirmativa, entonces a usted le gustará Hoy no me puedo levantar, musical efectivo (consigue lo que pretende), entretenido y festivo realizado a la medida de las canciones de los hermanos Cano. Si la respuesta es negativa no vaya, porque se tragará un concierto de cuatro horas que repasa los mejores éxitos del mítico grupo madrileño. Un The best of. Y no hay más.

Podríamos cantar las virtudes y defectos de un espectáculo que se apoya en una historia más bien tirando a flojilla, con unos gags demasiado vistos y manoseados, pero bien interpretados. Podríamos decir, como si fuera un estribillo, que la dicción del protagonista es como la de Emilio Aragónhijo, incluso que, a veces, no se entendía a los actores por problemas de sonido. Podríamos hacer un canto final a lo bien y mucho que el público, puesto en pie cantando, saltando y bailando, agradeció el esfuerzo y el montaje a los artistas (casi todos muy correctos). Pero, ¿para qué? Lo ven, otra pregunta. Si es que cuando me pongo filosófico…

Además, que el público que llenaba la sala es soberano y si ellos aplaudieron a rabiar al final será por algo. Digo yo, ¿no? Es más, no es que aplaudieran mucho es que aplaudieron hasta la extenuación entre número y número, durante las canciones, después de cualquier oscuro o frase insustancial. Daba lo mismo que el protagonista estuviera alegre porque había conseguido formar un grupo o triste porque le había salido un grano... Así es que todos contentos, los artistas por la buena acogida y el público por tanto despliegue de luces, sonido y gente bailando y cantando en el escenario. Energía positiva que hay que agradecer en estos tiempos.

lunes, 8 de septiembre de 2008

La cena


Compañía: Els Joglars
Fecha: 07/09/2008
Teatro: Liceo
Aforo: Lleno

Una heroicidad

Imagino que Albert Boadella duerme como un lirón, de la noche a la mañana y con una sonrisa en la cara. No me extraña. Una persona tan preclara, y que dice lo que dice sin miedos ni autocensuras, tiene que hacerlo. Y es que Els Joglars regresa y reincide con premeditación y alevosía en sus temas y estructuras favoritas. Y lo mejor de todo es que no aburre, que Boadella esas cosas las hace y las escribe muy bien. Lucidez, mala leche, desparpajo, bilis corrosiva, nada le falta ni nada le sobra a un montaje sin edulcorantes, sin ambigüedades y, lo que es más importante, sin arrepentimientos pasados, presentes o futuros. Él sigue erre que erre desde hace tiempo y, para qué lo vamos a negar, tiene toda la razón y triunfa con sus propios tópicos, lo cual es una heroicidad, porque lo hace, lo hacen, muy bien.

La cena es un montaje que arremete contra los gurús del cambio climático, la progresía de salón que defiende una ecología de despacho rodeada de frases leídas en artículos de prensa leídos entre desayuno de trabajo y comida de entrega de premios, el negocio y el miedo que se ha instalado a costa de la naturaleza y contra lo que se supone que es la alta cocina. Bueno, contra eso y contra muchas cosas más, aunque en realidad lo hace, como todos sus montajes, contra la hipocresía y la falsedad de la sociedad en la que vivimos. Exactamente igual que en sus anteriores propuestas, con claro carácter de denuncia social.

De hecho, desde el primer momento en el que se abre el telón y aparece en el fondo la reproducción de un mapamundi renacentista el mensaje es claro: la tierra es lo que es desde hace muchos años, dejémosla estar y no creemos falsas y ridículas radicalidades.

Y de eso va el montaje: de una cena que acaba siendo una comunión brutal y surrealista, de una gente que traga con todo lo que le echen (excepto algunos), de una sociedad que se luce y obtiene réditos fáciles, ya sea utilizando el problema del medio ambiente, el chapapote o el terrorismo. ¿Qué más da? Por eso a Boadella le va tan bien con sus montajes. Porque es un señor muy preclaro que no se sienta a cenar con cualquiera que no sea un espectador que, por lo menos, cuando se va a la cama duerme muy tranquilo.