sábado, 2 de febrero de 2008

¿Dónde estás, Ulalume, dónde estás?


Dirección: Juan Carlos Pérez de la Fuente

Fecha: 01/02/2008

Teatro: Liceo

Aforo: Media entrada


Con dos narices


Estaba yo tomando una copita en el British Museum con Campo, Teresa y… ¡vaya!, nunca me acuerdo de cómo se llama, y me puse a pensar en el bueno de Edgar Allan Poe y su delirium tremens. No es que me dé por ahí todos los viernes por la noche, pero el montaje que acababa de ver hacía unas horas me empujó a ello. Vaya por delante que me gustó ¿Dónde estás, Ulalume, dónde estás?, de Alfonso Sastre. Y lo hizo porque es una apuesta arriesgada, de esas que no suelen gustar al público, pero deberían hacerlo. Valiente, en definitiva.


Lo cierto es que, a lo mejor estoy escribiendo una herejía, pero creo que está en la mejor tradición Vallenclinesca. Me explico. Siempre que asisto a un montaje de Luces de Bohemia, cierro los ojos y escucho. Y oye, ¡qué texto! Pues con esta obra me ocurrió lo mismo. Es más, creo que entre Sastre y Pérez de la Fuente han convertido a Poe y a su colega, el transeúnte marginal, en Max Estrella y Latino de Hispalis. Y eso es un mérito, teniendo en cuenta que el bueno de Max es ya un hito, un bohemio como ya no quedan, un espejo, cóncavo, pero espejo en el que mirarse.


Lástima que la escenografía no acompañe por una mera cuestión de afinidad con el texto. Está bien, pero sólo el elemento giratorio central. Todo lo demás, digno de mencionarr: Chete Lera, Zutoia Alarcia y Camilo Rodríguez están muy dirigidos y responden; la iluminación oscura y laberíntica refleja el angustioso e inevitable final al que se enfrenta el protagonista sin poder remediarlo; las referencias a la religión, la política y el destino son valientes y tienen algo de neuróticas y obsesivas, lo cual a mí me excita inevitablemente; el humor interno que reflejan algunas partes del texto me cosquillea y la duración es la correcta.


Y eso es lo que pensé mientras me terminaba mi copita. Ahora, lo difícil es titular este artículo con resaca, pero tampoco importa, porque si hay algo que me ha enseñado este montaje es que hay que ser valiente en la vida y así lo voy a escribir en la primera línea y centrado. Con dos narices.

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