lunes, 28 de enero de 2008

El hombre almohada


Dirección: Denis Rafter
Fecha: 26/01/2008
Teatro: Liceo
Aforo: Lleno

De frente

Érase una vez una obra de teatro muy interesante titulada El hombre almohada. Esa obra tenía frases como “Si matamos a un escritor, enviamos un mensaje. No importa cuál”. Inquietante, ¿no?

El héroe de ese montaje es Katurian, un escritor al que detienen unos policías de un régimen dictatorial desconocido. Ese escritor inventa cuentos en los que los niños protagonistas son secuestrados, torturados y asesinados de mil maneras. Alguien está reproduciendo esas barbaridades y la policía cree saber quién es. Cuando Katurian se da cuenta de que ha podido ser su hermano deficiente, prefiere perdurar, prefiere la literatura, prefiere morir a que quemen toda su obra. ¡Sí señor, prefiere un acto poético!

Esa obra, buena, nos hizo ver unos momentos muy intensos de teatro moderno: comienzo al estilo Kafka en El proceso, texto ágil y diálogos con mucho nervio (muy grandes los 25 primeros minutos), frialdad y contradicción de emociones, subrayando que debajo hay mucho que rascar, ironía dura y acidez, metateatro, intelectualidad nada pedante y mezcla de estilos literarios.

Si exceptuamos un pequeño problema de ritmo que existe entre las escenas de diálogo y las de cuentacuentos, que el autor utiliza para narrar las motivaciones de los protagonistas en el pasado, todo lo demás me gustó. Me encantó su valentía, el hecho de que alguien hable de temas duros con respeto, pero de frente.

Esa obra, dirigida con inteligencia por Denis Rafter, me enseñó que el lirismo y la poesía están allá donde menos te lo esperas, incluso en una gota de sangre que cae del cuello de alguien, que para decir cosas importantes no hay que ser redundante, que cuando los actores están bien dirigidos todo sale mejor, que el público sabe perfectamente lo que quiere, que las propuestas buenas parten de textos mejores… y que colorín colorado, este cuento se ha acabado. Por ahora.

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