martes, 5 de febrero de 2008

Máx Teatro


En el momento decisivo nadie dice no. A todos nos gusta el reconocimiento y el boato, por mucho que alguno se niegue a reconocerlo. Y los premios Max son eso. Mucho más sencillitos que otras ceremonias, incluidas las que preside el Cardenal Cañizares en la catedral de Toledo. Ya les gustaría a productores y escenógrafos contar con semejantes medios, eso sí, con otros resultados más… A lo que iba, que esto de la Iglesia me enerva la sangre y luego me llaman sacrílego, matacuras o cualquier otra lindeza del santoral de los tiempos pretéritos. Pues eso, que los Max también son premios y los premios premios son.

Lo confieso, no he tenido oportunidad de ver una de las grandes obras en liza, Un enemigo del pueblo, pero he de decir que a mí me gustó mucho el Marat Sade de Animalario y que, por tanto, no puedo decirle nada a los santos varones que la han designado como mejor espectáculo de teatro de 2007.

Y, además, que tengo yo debilidad por otro de los premiados, Juan Mayorga, de quien creo que está entre los mejores dramaturgos de los últimos años. Un autor como la copa de un pino: universal, actual y sólido, que cuenta los problemas que a mí y a todo el mundo preocupan con lucidez, víscera y tensión y, para más INRI, domina la carpintería, la tripa teatral con soltura. Lo de El chico de la última fila es lo normal, lo que debía suceder y ha sucedido. Es de esos tipos que hacen que te den ganas de ponerte a escribir en cuanto llegues a casa, si es que no se interpone algo por el camino, claro. Otra cosa es que luego te salga.

Por lo demás, la gala me pareció irónicamente poco teatral y algo aburrida (lo que vi, que no me enganchó demasiado). Y ya está, que esto empieza a quedarme largo y, la verdad, no me apetece aburrirles con un sermón de misa de doce. ¡Máx teatro!

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