Dirección: Jorge Eines
Fecha: 08/01/2008
Teatro: Auditorio de Caja Duero
Aforo: Lleno
Fecha: 08/01/2008
Teatro: Auditorio de Caja Duero
Aforo: Lleno
El refugio
Lo bueno de algunos mitos, de algunos modelos o personajes nacidos de la imaginación del ser humano es que todos los identificamos. El Quijote y Sancho Panza son personajes universales y, por eso, aparecen allá donde menos te le esperas. En una película, en un cuadro, en una obra de teatro…
El guía del Hermitage, texto de Herbert Morote, sitúa la acción en el magnifico museo del Hermitage, durante el asedio alemán a Leningrado en la Segunda Guerra Mundial. Allí viven Pavel, el guía del museo, e Igor, el guardián. De vez en cuando, los visita Sonia, la mujer del primero. Y ya está, ahí tenemos a nuestros héroes, nuestros arquetipos: el soñador y vital Pavel (un Quijote ruso), el realista y terrenal Igor (el Sancho Panza de Leningrado) y la enamorada Sonia (la Dulcinea de la estepa).
Y para que todos ellos existan, luchen, sufran, rían y lloren debe haber unos molinos contra los que luchar. Debido a la guerra, el museo ha sido vaciado de sus cuadros, pero Pavel, el guía del museo los ve y los enseña con infinito amor. Evidentemente, Igor no acaba de verlos, le cuesta.
Planteamiento sencillo y bien llevado. Sin nada de aburrimiento. Acierta Jorge Eines cuando dirige a los actores para que cuando están hablando de un cuadro parezca que lo están viendo, que todos lo estamos viendo. No acierta desde mi punto de vista con las diapositivas que aparecen en la pared trasera, es un recurso que no hace falta y es demasiado repetitivo. Igualmente aciertan los intérpretes en la composición de sus personajes, especialmente Federico Luppi. Cuidado con el carácter histriónico dado a Igor, puede restarle fuerza a la obra.
En definitiva, una lección sobre la importancia de la imaginación y la mente como refugio y norte en los tiempos difíciles. Un texto con cierto riesgo, en algunos momentos redundante y previsible, pero que alcanza grandes dosis de belleza y ternura cuando los intérpretes lo hacen suyo. Una metáfora que nos indica a principios de año que el teatro, el arte, en tiempos de calamidades y subidas de impuestos, puede ser el refugio que necesitamos porque todos llevamos un Quijote dentro.
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