Dirección: Eduardo Recabarren
Fecha: 04-09-09
Teatro: Teatro Liceo
Aforo: Tres cuartos
Fecha: 04-09-09
Teatro: Teatro Liceo
Aforo: Tres cuartos
Matices
Hay textos que son un éxito seguro. Que estamos aburridos o no sabemos qué montaje hacer, pues recurrimos a El sueño de una noche de verano o a Arte, por ejemplo. Textos, éste último por su cercanía temporal, que tienen todas las de triunfar por su calidad indudable. Y es que Yasmina Reza sabía lo que se hacía cuando lo escribió. De hecho, estará viviendo estupendamente gracias a él por mucho tiempo –espero- y sus herederos también.
Otra cosa es que llevarlo a escena no implique ciertos riesgos. Una escenografía cool, una versión recortada en algunas partes y tres actores conocidos no siempre ofrecen el mejor resultado si de teatro hablamos. Otra cosa es que las taquillas sean suculentas y que la mayoría del público se vaya satisfecho a su casa.
Y eso ocurrió en el Teatro Liceo. Arte sigue funcionando porque es un texto perfectamente engrasado y porque –perdonen la comparación- es un texto que ante las peores condiciones posibles se crece y sabe sacar cosas positivas sin que se lo pidan: es como un actor que tiene tablas.
Esta versión funciona con el público y la gente premia con un gran aplauso lo que acaban de ver. Innegable. Pero, desde mi punto de vista, lo que se presentó sobre el escenario es un montaje entretenido sin matices, sin tonalidades que le den interés. Una propuesta en la que los roles que propone la obra para cada personaje se pierden a medida que avanza –especialmente los de Sergio, plano y afectado, y Marcos, excesivamente macarra-. En definitiva, al final todo se reduce a una lucha de egos en la que lo único que importa es quién da más voces, olvidando la fragilidad de la amistad o los sentimientos más profundos del ser humano, lo que nos hace la soberbia o el qué dirán.
Y me temo que esto es un problema de la dirección y, en parte, de la versión. Entre las dos dejan a los personajes planos, exentos de evolución dramática, demasiado exteriores y sin fuerza emocional. Hay humor y destellos de muy alta comedia, pero de la visión inteligente del mundo masculino y de su manera de entender la amistad que contiene el texto poco pudimos disfrutar.
Vimos Arte, sí, pero sin más. También podíamos haber visto El sueño de una noche de verano y quizás hubiéramos acertado. Aún así, se nos pasó el rato de manera agradable.
Otra cosa es que llevarlo a escena no implique ciertos riesgos. Una escenografía cool, una versión recortada en algunas partes y tres actores conocidos no siempre ofrecen el mejor resultado si de teatro hablamos. Otra cosa es que las taquillas sean suculentas y que la mayoría del público se vaya satisfecho a su casa.
Y eso ocurrió en el Teatro Liceo. Arte sigue funcionando porque es un texto perfectamente engrasado y porque –perdonen la comparación- es un texto que ante las peores condiciones posibles se crece y sabe sacar cosas positivas sin que se lo pidan: es como un actor que tiene tablas.
Esta versión funciona con el público y la gente premia con un gran aplauso lo que acaban de ver. Innegable. Pero, desde mi punto de vista, lo que se presentó sobre el escenario es un montaje entretenido sin matices, sin tonalidades que le den interés. Una propuesta en la que los roles que propone la obra para cada personaje se pierden a medida que avanza –especialmente los de Sergio, plano y afectado, y Marcos, excesivamente macarra-. En definitiva, al final todo se reduce a una lucha de egos en la que lo único que importa es quién da más voces, olvidando la fragilidad de la amistad o los sentimientos más profundos del ser humano, lo que nos hace la soberbia o el qué dirán.
Y me temo que esto es un problema de la dirección y, en parte, de la versión. Entre las dos dejan a los personajes planos, exentos de evolución dramática, demasiado exteriores y sin fuerza emocional. Hay humor y destellos de muy alta comedia, pero de la visión inteligente del mundo masculino y de su manera de entender la amistad que contiene el texto poco pudimos disfrutar.
Vimos Arte, sí, pero sin más. También podíamos haber visto El sueño de una noche de verano y quizás hubiéramos acertado. Aún así, se nos pasó el rato de manera agradable.
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