Compañía: Teatro del astillero
Fecha: 02/10/2008
Teatro: CAEM Sala B
Aforo: Medio aforo
Fecha: 02/10/2008
Teatro: CAEM Sala B
Aforo: Medio aforo
Intuiciones
A veces tengo la sensación de que va uno, por las inmensidades del universo embarrado y difuso que es la vida, como a ciegas. Sin saber qué le ocurre ni porqué. Sólo intuyendo lo que más o menos puede pasar si da un paso más. Una veces aciertas y las otras…
Intuyo por eso que 30 Grados de frío, de Teatro del astillero, tenía su aquel y yo no fui capaz de verlo. Intuyo que, a pesar de ser un texto teñido por la intrascendencia, el montaje se te pasa casi volando. Creo que el tratamiento del tema no ayuda mucho: el Duque de Osuna, un chapucero diplomático acompañado por su secretario, el responsable y futuro escritor Juan Valera, se instala en San Petesburgo, capital de Rusia en 1856, para establecer relaciones diplomáticas con el país de los zares. Pero, realmente no hacen nada excepto ir de fiesta en fiesta malgastando el dinero a manos llenas.
Intuyo que la escenografía tenía su sentido (quizás para reflejar el desorden de vida que llevan los protagonistas en Rusia) con tanto caos y tanta silla y tanto perchero. Y vislumbro ciertos rasgos de humor que el público apreciaba a ratos. Además, y esto no lo intuyo, sino que lo sé, la interpretación es de sobresaliente. Por la técnica, que es evidente, y por la defensa con uñas y dientes, sin miramientos, de los personajes que les han tocado en suerte a los tres actores en escena.
Vamos, que intuyo que la obra puede tener su interés, pero poco. Empieza sin un rumbo y unos objetivos claros y termina igual. Es decir, que no se sabe porqué nos cuentan la historia que nos cuentan.
Quizás, se puede decir que el mensaje es el de que España siempre ha sido como ha sido y eso no ha cambiado desde tiempos inmemoriales y que los españoles siempre hemos sido como hemos sido y eso no va a cambiar nunca. Pero eso ya lo intuimos todos, ¿o no?
Intuyo por eso que 30 Grados de frío, de Teatro del astillero, tenía su aquel y yo no fui capaz de verlo. Intuyo que, a pesar de ser un texto teñido por la intrascendencia, el montaje se te pasa casi volando. Creo que el tratamiento del tema no ayuda mucho: el Duque de Osuna, un chapucero diplomático acompañado por su secretario, el responsable y futuro escritor Juan Valera, se instala en San Petesburgo, capital de Rusia en 1856, para establecer relaciones diplomáticas con el país de los zares. Pero, realmente no hacen nada excepto ir de fiesta en fiesta malgastando el dinero a manos llenas.
Intuyo que la escenografía tenía su sentido (quizás para reflejar el desorden de vida que llevan los protagonistas en Rusia) con tanto caos y tanta silla y tanto perchero. Y vislumbro ciertos rasgos de humor que el público apreciaba a ratos. Además, y esto no lo intuyo, sino que lo sé, la interpretación es de sobresaliente. Por la técnica, que es evidente, y por la defensa con uñas y dientes, sin miramientos, de los personajes que les han tocado en suerte a los tres actores en escena.
Vamos, que intuyo que la obra puede tener su interés, pero poco. Empieza sin un rumbo y unos objetivos claros y termina igual. Es decir, que no se sabe porqué nos cuentan la historia que nos cuentan.
Quizás, se puede decir que el mensaje es el de que España siempre ha sido como ha sido y eso no ha cambiado desde tiempos inmemoriales y que los españoles siempre hemos sido como hemos sido y eso no va a cambiar nunca. Pero eso ya lo intuimos todos, ¿o no?
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