martes, 27 de mayo de 2008

La verdadera historia de los hermanos Marx


Compañía: Teatro Meridional
Fecha: 17/05/2008
Teatro: Liceo
Aforo: Un tercio

Simpática

Las historias de las personas las cuentan los demás. Además, que nadie quiere contar su propia vida de forma objetiva. Todos los que lo hacen utilizan mucha ficción y eso no es una vida, es una novela. O una obra de teatro.

La verdadera historia de los hermanos Marx es la visión que tiene Teatro Meridional sobre este mítico grupo de actores que ha pasado a la historia del cine con su humor absurdo, pero muy cabal. Dirigidos por Álvaro Lavín y con texto de Julio Salvatierra (bueno, pero con alguna referencia actual fuera de lugar), este montaje es un sincero homenaje a aquellos alocados actores que dejaron para la posteridad cintas como Sopa de ganso o Una noche en la ópera.

Tiene un mérito esta comedia, el de ajustarse perfectamente a los homenajeados. Utiliza el mismo lenguaje y el mismo tipo de escenas que hicieron famosos a los Marx, sobre todo a Groucho, Chico y Harpo. Frases inteligentes, diálogos rápidos y delirantes, juegos de palabras absurdos, locos movimientos de escena… para crear el ambiente que meta al público en la atmósfera apropiada. Todo con el fin de hacer creíbles unos personajes que, por otra parte, sí lo son. Buenas interpretaciones, personajes bien definidos y un movimiento de escena muy medido hacen que el montaje se pase sin que te des cuenta.

Eso sí, hay algo que falla: la escenografía y la iluminación, que le dan al conjunto de lo que sobre el escenario se ve un aspecto pobre. Está bien que se quiera ofrecer una imagen de cine en blanco y negro de los años treinta y cuarenta, pero lo que se envía al patio de butacas es una tristeza que contrasta con el espíritu de aquellos a quienes se homenajea.

Es más, se podría decir que este aspecto es definitivo para concluir que, lo que hubiera sido una buena obra, se queda en el calificativo de “simpática” por estas pequeñas cosillas, que son las definitivas. Al fin y al cabo, esa es la sensación con la que la parte contratante de la primera parte sale del teatro en la mayoría de las ocasiones. Una pena.

No hay comentarios: