Dirección: Eusebio Lázaro
Fecha: 06/05/2008
Teatro: Auditorio de Caja Duero
Aforo: Lleno
Fecha: 06/05/2008
Teatro: Auditorio de Caja Duero
Aforo: Lleno
¡Qué demonios!
¡Qué demonios! Vaya por delante que a mí no me ha gustado este montaje. Y vaya por delante que iba con muchas ganas a ver a nuestra Charo López subida a un escenario salmantino. Vaya por delante que la obra se hace aburrida y poco consistente. Y vaya por delante que la López está bien en su papel.
El otro lado, de Ariel Dorfman no es lo que se dice uno de esos textos que brillan por su capacidad de mantener la tensión dramática hasta el final. Vistas dos escenas, vista toda la obra, que llega un momento que se hace repetitiva y monótona al contar que un matrimonio de edad madura vive en la frontera de dos países en guerra constante. Se mantienen gracias al acuerdo que han alcanzado con las dos partes para enterrar los cadáveres. El problema viene cuando se firma la paz y los gobernantes quieren construir un muro fronterizo justo en medio de la casa.
Teatro que pretende reflexionar, pero que se hace demasiado pesado al dar vueltas a lo mismo una y otra vez. Incluso los pequeños “chistes”, con los que la obra está trufada, se pierden al repetirse varias veces y por previsibles, por ejemplo, los de los visados y los del baño. A ello no ayuda en absoluto, algunas partes en las que el ritmo que requieren los textos de unos personajes se contrapone con el ritmo de los otros. Parece como si estuvieran jugando a dos bandas. Recuerda a teatro de otros tiempos.
Con escenografía de corte naturalista y unos efectos especiales que, a veces, no dejan escuchar a los intérpretes, se desarrolla una trama que raya con el absurdo y cuya voluntad antimilitarista y antitotalitaria se agradece. Pero, con eso no sirve para aguantar una hora y media de espectáculo, que bien podría haber quedado en un entremés.
De Charo López no hay mucho que decir, su presencia y su voz corrigen lo que pueden un texto con el que los intérpretes parece que se encuentran a gusto unas veces sí y otras no. Y que conste que es muy difícil estar allí, en el escenario, en el otro lado.
El otro lado, de Ariel Dorfman no es lo que se dice uno de esos textos que brillan por su capacidad de mantener la tensión dramática hasta el final. Vistas dos escenas, vista toda la obra, que llega un momento que se hace repetitiva y monótona al contar que un matrimonio de edad madura vive en la frontera de dos países en guerra constante. Se mantienen gracias al acuerdo que han alcanzado con las dos partes para enterrar los cadáveres. El problema viene cuando se firma la paz y los gobernantes quieren construir un muro fronterizo justo en medio de la casa.
Teatro que pretende reflexionar, pero que se hace demasiado pesado al dar vueltas a lo mismo una y otra vez. Incluso los pequeños “chistes”, con los que la obra está trufada, se pierden al repetirse varias veces y por previsibles, por ejemplo, los de los visados y los del baño. A ello no ayuda en absoluto, algunas partes en las que el ritmo que requieren los textos de unos personajes se contrapone con el ritmo de los otros. Parece como si estuvieran jugando a dos bandas. Recuerda a teatro de otros tiempos.
Con escenografía de corte naturalista y unos efectos especiales que, a veces, no dejan escuchar a los intérpretes, se desarrolla una trama que raya con el absurdo y cuya voluntad antimilitarista y antitotalitaria se agradece. Pero, con eso no sirve para aguantar una hora y media de espectáculo, que bien podría haber quedado en un entremés.
De Charo López no hay mucho que decir, su presencia y su voz corrigen lo que pueden un texto con el que los intérpretes parece que se encuentran a gusto unas veces sí y otras no. Y que conste que es muy difícil estar allí, en el escenario, en el otro lado.
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