lunes, 25 de mayo de 2009

El hombre de la tierra


Compañía: Grupo Kiasmo
Fecha: 21-05-09
Teatro: Biblioteca Torrente Ballester
Aforo: Tres cuartos

Una buena defensa

Tenía un amigo yo de pequeño que era más bajito que yo. Y en clase, en las escuelas, en Peñaranda, la gente se metía con él por su aspecto de tirillas. Estaban equivocados. Se defendía mejor que cualquiera de nosotros –la verdad es que yo tampoco era, ni soy, un dechado de musculatura- y cualquiera que se le acercara con malas intenciones salía trasquilado.

Viendo El hombre de la Tierra, de Kiasmo, he recordado varias cosas. La primera es que, muchas veces, una buena defensa es lo más importante. Y es que este grupo joven y con futuro sabe lo que hace y defiende con recursos y oficio una historia de texto algo plana, quizás demasiado eruditamente discursiva en algunas partes y con un final bastante pastiche que, no obstante, tiene unos diálogos interesantes, críticos con las bases de la religión cristiana –afortunadamente- y bienintencionados en los aspectos que tienen que ver con el medio ambiente y el humanismo de verdad. La prueba está en que deciden bajarla del escenario y montarla en el suelo del patio de butacas, rodeados de público, acercarse a él sin de forma sincera. Metáfora de lo que ahí están contando.

La segunda es que, no voy a ocultarlo, admiro a la gente con la que trabajo. Mendi, Roberto, Manoli, Miguel… Y Maribel Iglesias no iba a ser una excepción. Haga lo que haga está sólidamente plantada en el escenario y aquí saca petróleo de un personaje pequeño, pero muy grande en su composición. También es verdad que el montaje está interpretado a un gran nivel en general.

Y la tercera es que la desconsideración y la mala educación no entienden de edades. Lo digo porque esas señoras y señores mayores que van al teatro a hablar y comentar las jugadas en voz alta para molestar al espectador y al actor son unos maleducados que no merecen mi respeto y espero que tampoco de los que les acompañan. - Señora, el hecho de que el espectáculo sea gratuito no significa que usted puede hablar gratuitamente. Significa que hay que valorarlo como si pagara quince euros por él. Aunque ahora que lo pienso, si costara aunque sólo fuera uno, seguramente usted no iría. Y otro gallo cantaría, es verdad.

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