martes, 27 de enero de 2009

Urtain


Compañía: ‘Animalario’
Fecha: 23-01-2009
Teatro: Liceo
Aforo: Lleno

Ríos

El hombre común se levanta por la mañana y piensa: ‘¿Por qué, desde que nací, sé perfectamente que a lo único que voy a llegar es a ser mediocre?’. Y, en ese momento, se da cuenta de que en el interior mismo de su cuerpo lo único que fluye y se mueve es la bilis.

José Manuel Ibar ‘Urtain’ fue un boxeador que subía al ring y pegaba mandobles como si diera tortas con la mano abierta. Su estilismo pugilístico dejaba bastante que desear y en su vida las cosas no es que le fueran demasiado bien. Acabó lanzándose al vacío desde su piso de Madrid.

Podríamos decir de este espectáculo de Animalario que está interpretado de forma excepcional o que el texto refleja muy bien esa metáfora de la evolución de la sociedad española o que la iluminación se ajusta perfectamente a la oscuridad pugnante por brillar de una historia que llega a emocionar hasta la lágrima en momentos muy especiales o que todo lo que vimos encima del escenario-ring era teatro o que cada palabra y cada gesto, cada intención, eran puñetazos de dinamita contra la conciencia del espectador. Podríamos decirlo sin temor a equivocarnos.

Pero, ¿qué es lo que hace que un espectáculo tan bien escrito, dirigido e interpretado sea tan duro? ¿La vida del protagonista y su final? ¿Los personajes de la gente que le rodea? ¿La utilización de un hombre manejado por intereses monetarios y políticos? ¿La forma en la que uno mismo se machaca en su devenir? Quizás sea todo eso. Pero, sobre todo, los ríos y ríos de mala baba, pesimismo desbordante y descarnado y cólera desatada que rezuman por debajo de todo lo que nos cuenta ‘Urtain’.

Eso es lo que el espectáculo, más que contar, nos eructa a la cara porque ya no se aguanta más, porque ya no puede soportar su propia acidez, porque ya no le queda otro remedio, porque es necesario aunque desagradable, porque guardarse algo en los avernos del alma es contraproducente y porque, mal que nos pese, la vida es así, una mediocridad que avanza hacia el final en una cuenta atrás incómoda y delirante mientras nos suelta mandobles a mano abierta y se justifica con voz de boxeador tocado y obsesionado con la bolsa o la vida.

2 comentarios:

angellluis.substack.com dijo...

Imaginativo, diferente, no hay que perdérselo.

Felicidades por el blog

Anónimo dijo...

Urtaín (q.e.p.d.), era buena persona.