martes, 17 de marzo de 2009

Arizona


Dirección: Juan Carlos Rubio
Fecha: 14-03-09
Teatro: Liceo
Aforo: 1 tercio

Trileros

‘Las palabras pueden volverse en tu contra… incluso las más hermosas. Pueden hacerlo como un boomerang’. El teatro son palabras que conforman un texto y que puesto en boca de unos actores, que son los que tienen la última palabra, se presenta al público, que también tiene la última palabra. El hecho de que este acto de comunicación funcione o no depende de algo etéreo, de un misterio.

En Arizona, de Juan Carlos Rubio, no funciona demasiado bien a pesar de que el texto, las palabras, están milimetradas y pensadas hasta la neurosis y de que quien dirige es el propio autor, lo cual se nota en la dirección de los autores a la hora de decir las palabras que él mismo ha escrito, sobre todo el personaje de George, que recita como en una nebulosa ensoñadora, la nebulosa imaginativa del escritor. Puede que leído funcione, pero encima del escenario queda poco menos que como una insulsa anécdota.

Y quizás sea eso lo que ocurre: que, en vez de ver teatro, lo que escuchamos fue un discurso de esos encubiertos. Un discurso bienintencionado, eso sí, sobre las fronteras y el racismo, pero, en definitiva, un discurso moral. Y eso no es teatro. Teatro es contar una historia y decir las cosas sin que se noten.

Y es que la historia de ese matrimonio en la frontera de México que vigila para que no pasen inmigrantes ilegales, esas dos personas que están ahí para ‘dialogar con sus vecinos’, no es tal, desde mi punto de vista, es una historia sobre el miedo a uno mismo, o si se prefiere, sobre las fronteras interiores. Y eso equivoca, porque te dice una cosa y hace la otra como un trilero. Y a los trileros hay mirarlos y, si acaso, aprender, no jugar a su juego.

Y no es que la obra sea aburrida, está en la frontera. Es más, Aurora Sánchez, en el papel de Margaret, lo hace realmente bien, quizás porque no está tan encorsetada. Además, el comienzo en el que los protagonistas se crean su frontera de decorado estilo Hollywood es una gran idea. Lo que pasa es que se nota demasiado lo que quiere decir, peca de intelectual y no deja en absoluto nada para que el espectador piense. Y eso no lo salva, ni tan siquiera, un final truculento, pero poco real o, cuando menos, acelerado y demasiado irreal para ser verdad.

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