lunes, 16 de febrero de 2009

La cena de los generales


Dirección: Miguel Narros
Fecha: 13-02-09
Teatro: Liceo
Aforo: Lleno

Manada

Hay un fenómeno curioso que se produce en determinado tipo de espectáculos. Resulta que gustan más los conciertos de orquestas grandes en los que hay muchos maestros que las propuestas en las que actúa un trío o un solo pianista, por ejemplo. A la gente le gusta el mogollón. Somos así: animales de manada.

Debe producirse este fenómeno también en algunas obras de teatro, porque si no, el que suscribe no entiende muy bien la gran acogida que tuvo La cena de los generales en el Liceo. Había muchos actores y actrices en escena, pero se hace pesada, aburrida y repetitiva, igual que una cena con Franco (supongo, que afortunadamente no estuve en ninguna).

Sustentada en cuatro gags repetitivos, en un texto pesado que necesita de una absurda explicación de las escenas en un marcador electrónico situado encima del escenario, ¿por qué?, en una composición de los personajes basada en la más sencilla identificación: histriónicos los idiotas fascistas (que lo eran) y contenida los inteligentes y machacados republicanos (que también lo eran), este montaje se salva por la interpretación de Sancho Gracia, que compone un muy creíble maitre: cansado, pero inteligente y luchador.

Quizás Narros, que ya ha estado en mil batallas – ¿uno de cada cuatro montajes que llegan a Salamanca tienen su sello? -, se ve en la obligación de inventar algo cada vez, de ir más allá, de satisfacer a un público que, en realidad, lo que pide no es nuevas ideas, lo que solicita es buenas y sólidas propuestas. No se entiende muy bien lo del cartelito explicativo de las escenas, porque no es necesario y, además, no pega con la concepción estética de la obra. Pero, tampoco se entienden esos cambios bruscos de sentimiento y ritmo en el texto a la hora de decirlo, esa supuesta teatralidad dramática innecesaria en una propuesta naturalista como es la Alonso de Santos.

Eso sí, los actores salvan perfectamente el hecho de no trabajar con comida real y simular que cocinan con lenguaje corporal, lo cual, si me permiten, tampoco pega mucho, pero es lo que hay si se quiere convencernos de que preparan realmente una cena entera para Franco. No me gustó y me aburrió, ¿qué quieren que les diga? Así es que la próxima vez prefiero un menú más frugal para la cena, pero mucho más sabroso y bien cocinado. Aunque en escena sean pocos, que no pasa nada de nada, se lo aseguro.

viernes, 6 de febrero de 2009

¡Milagro!


Título: “Jesucristo Superstar”

Fecha: 05/02/2009

Teatro: CAEM

Aforo: Dos tercios
Milagro

Según la RAE, un milagro es un hecho no explicable por las leyes naturales y que se atribuye a intervención sobrenatural de origen divino. Desde que fui a ver este Jesucristo Superstar el otro día, propongo fervientemente que se añada otra acepción: incomprensible aplauso enfervorecido a uno de los peores espectáculos musicales que han pasado por Salamanca en los últimos tiempos. A lo peor es que soy un hereje, pero prefiero que me quemen en la hoguera por expresarme libremente a tener que defender un espectáculo edulcorado, travestido y con propuestas nefastas para el desarrollo de un libreto que no lo necesita. Y mira que me fastidia porque a mí me encanta lo que hicieron Tim Rice y Andrew Lloyd Weber y tengo las bandas sonoras originales en inglés y castellano, sí la de Camilo Sexto, ¿qué pasa?

Pecado número uno: la dirección del personaje de Judas que para justificar sus acciones sale con una botella de la mano durante toda la segunda parte y, así, da a entender que, después de traicionar a Cristo, se siente muy mal y se da a la bebida… Claro, que Paco Arrojo, independientemente de su buena voz, no da la talla emocional con un personaje que debería moverse entre el odio, el rencor, la envidia, el remordimiento y la confusión. Y, si tenemos en cuenta que él es casi toda la obra, pues obtendremos como consecuencia que se cae a trozos. Incompresible aplauso a un personaje tan mal construido.


Otros pecadillos: ¿por qué María Magdalena sonríe a todas horas? ¿Por qué Pedro toca la guitarra en la última cena como si estuviera en misa y todos interpretaran el Alabaré-Alabaré? ¿Por qué ese vestuario tan mal elegido? ¿Por qué había escenas que parecían hechas por el equipo B del musical? Pues porque da la sensación de que quieren que este espectáculo se parezca a la Bella y la Bestia y, así, llenar los teatros de parejas con extensa prole.


Así es que ya lo saben, si quieren contemplar alucinados un falso milagro vayan a verla, pero si lo que quieren es ver una buena propuesta de esta ópera rock esperen y recen para que la próxima ocasión ocurra, de verdad, un hecho no explicable por las leyes naturales.

jueves, 5 de febrero de 2009

¿Te enteras?


Hello Carlitos, qué tal te va. ¿Pensabas que ibas a librarte de las críticas tan fácilmente? ¿Creías que la mierda de crítico que eras iba a vivir tranquilo mucho tiempo? Soy yo, no me conoces, pero me conocerás. Soy la mierda en tu zapato, el chicle en el ojo y el dedo en el culo. Soy lo que más temías y nunca llegaste a confesar. Se acabaron esas críticas de mierda que haces en el periódico. Se acabaron tus chistes fáciles y comprensivos. Yo también voy al teatro y te veo ahí en tu anfiteatro de mierda, sin bajar a la arena. Yo también sé escribir y no tengo pelos en la lengua (por lo menos no antes de las doce de la noche). Así es que todo ese rollo de mierda y condescendencia que te traes con tus amiguitos teatreros que sólo viven del cuento pasó a mejor vida. Soy la interferencia digital que te va a joder vivo. Procura mirar siempre hacia atrás porque eres lo que se dice un cagón y lo vas a seguir siendo. Mi vida es mucho más interesante y lo vas a comprobar.


¿Te enteras? ¿Te enteras critiquillo? ¿Te enteras idiota de mierda? ¿Te enteras absurdo metaescritor de tres al cuarto? ¿Te enteras? Estás muerto y lo sabes, pero no te enteras. Yo, a los idiotas como tú, me los meriendo con patatas. Soy tu macarra preferida y vas a chupar el cuero de mi látigo hasta que yo te diga que pares. ¿Te enteras?
Ah, y una cosa. Prohibido decir mi nombre en Vano. ¿Te enteras? Pues eso.

lunes, 2 de febrero de 2009

Mundo y final



Compañía: Ron La Lá
Fecha: 30-01-09
Teatro: Liceo
Aforo: Lleno

Voto de confianza

Todo el mundo ha pensado alguna vez qué haría si el mundo fuera a acabarse en unas horas: fumarse un puro, atracar un banco, comprarse un coche de lujo, llamar a su madre, matar a su jefe, hacer el amor con Sigourney Weaver… ¿hacer el amor con Sigourney Weaver?

Pues igual de absurdo y surrealista que querer un coche de lujo o desear a Sigourney Weaver en un momento así –por qué no a Beyoncé, me pregunto yo sin meterme en fetichismos personales- es el humor de Ron La Lá, pero mucho más inteligente. Eso, por supuesto. Y también y, sobre todo, lleno de energía desbordante.

No les voy a negar que, en esta ocasión, ‘Mundo y final’ no me hizo tanta gracia como en la anterior ocasión que pasaron por Salamanca o que el montaje tuvo algunos momentos bastante planos e insulsos. Es más, la obra abusa de canciones que no aportan nada de nada y recargan en exceso, como en el final, una fiesta flamenca de cara a la galería.

Sin embargo, sales con la sensación de haber visto un teatro imperfecto, pero fresco y lleno de energía positiva en la que el ritmo es frenético. Todo te recuerda a las propuestas más cercanas al café teatro, tan llenas de inteligencia y vida interior, tan auténticas que hay que darles un voto de confianza. Gente que ha creado escenas como la del taxista que recorre junto a un cliente la vida de éste último se merece eso y mucho más.

Gente que sale con poco menos que una caja y dos teléfonos a escena y juega con el lenguaje como lo hacen estos cinco artistas es para valorar, alabar y, ante todo, tomar nota de lo bueno que tienen: la frescura, la energía y el lenguaje que te envuelven y te atrapan sin dejar que te aburras.

Por eso, yo, si llegara el fin del mundo, pediría, además de lo de Beyoncé, hacer un montaje con tanta energía en ese momento final como salen los de Ron La Lá a escena para que el público no se enterase de su trágico desenlace. Punto y final.