martes, 18 de marzo de 2008

Misterio del Cristo de los Gascones


Compañía: Nao d’amores
Fecha: 17/03/2008
Teatro: Liceo
Aforo: Media entrada

Equilibrio

Equilibrio. Eso es lo que nos falta a algunos en más de una ocasión. Y más en estos tiempos, que nos movemos más en la cuerda floja que Pinito del Oro en los tiempos gloriosos del circo en nuestro país. Vivir en el trapecio no es fácil y más cuando sabes que debes hacerlo entrela belleza vacua y la dramaturgia con peso.

Misterio del Cristo de los Gascones, de Nao d’amores, se mueve entre la perfección estética y plástica de una puesta en escena circular y la inconsistencia de una dramaturgia fría, casi traída por los pelos, que te deja la duda de si la belleza indudable de algunas escenas esconde cierta vacuidad y falta de emoción.

Yo diría que lo primero es indudable: el montaje alcanza momentos de gran plasticidad, belleza y serenidad en la forma de hacer, de moverse en el escenario, de plantear el devenir del títere protagonista y los actores y músicos. Fotografías acompañadas en directo por una música a la altura de lo que se propone, (aunque en algunos momentos eclipse la dramaturgia). Gran labor de iluminación y mejor propuesta escenográfica. Ninguna pega.

Es la apuesta dramatúrgica de lo que se cuenta, la vida de Cristo, su muerte y su resurrección, lo que no me convence demasiado. Me cuesta decirlo mucho, pero todo está exageradamente elevado, especialmente el recitado de los textos. Demasiado dramatismo y lentitud desde el primero hasta el último verso. Además, este tipo de montajes, que oscilan entre el realismo y el misticismo, dan como resultado una mezcla nada creíble. En este caso, creo que el humor que, en algunos momentos, se desprende del manejo del Cristo de los Gascones en escenas que no pegan para nada con lo que allí se cuenta, desvirtúa todo lo que el espectador se ha creído desde el principio.

Equilibrio. Esa es la palabra para este montaje que no deja indiferente a nadie. Un ejercicio arriesgado debido a su apuesta estética por este tipo de pre-teatro y, sin embargo, en parte fallido por su falta de emoción camuflada con una música bellísima y unas interpretaciones demasiado dramatizadas.

sábado, 15 de marzo de 2008

Dos caballeros de Verona

Compañía: Ur Teatro
Fecha: 14/03/2008
Teatro: Liceo
Aforo: Tres cuartos

Buen bocado

¡Atención, noticia! Shakespeare escribió algo más que Hamlet, El Mercader de Venecia o El Sueño de una noche de verano. Y cuidado, hay compañías que se atreven con eso que casi nadie conoce y, además, lo hacen bien.

Vuelve UR Teatro, con Helena Pimenta a la cabeza, a montar un texto del bardo inglés y acierta esta vez por la naturalidad, el ritmo, el cambio de época y el humor que imprime a esta adaptación de Dos caballeros de Verona: es una propuesta muy tierna a la que conviene echarle el diente.

Destaca de entre todo ello el humor añadido y a mayores del texto original gracias a la dirección y a la interpretación de los actores y actrices. Creo que es en este punto donde se cimenta el buen sabor de boca que te deja a la salida del teatro. Y menos mal, porque la propuesta del inglés, convincente a medias en su conclusión sobre el amor y la amistad, se salva gracias a eso y, jamás creí que diría esto, a que acierta plenamente en transportar la acción al segundo tercio del siglo XX, con música de jazz, emigrantes cubanos, duques con pinta de Mussolini, carteles de neón y referencias al noble arte del boxeo.

Me gusta especialmente la escenografía, con un espejo en el que las mujeres se miran a sí mismas y a los demás, con un suelo que se desdibuja y cambia cada vez que lo pisan, como el mundo que tenemos a nuestros pies, con una red que se va cerniendo sobre la trama como una araña y con un maravilloso bosque de letras en las que los bandidos son más intelectuales que otra cosa. ¡Ah!, y los cambios de escena, marcados por la entrada de los personajes, un recurso conocido, pero utilizado en esta ocasión con gusto y sin estridencias.

En definitiva, UR demuestra que le gusta Shakespeare y que no se les había olvidado hacer propuestas interesantes con sus textos (lo de Coriolano o La Tempestad fue un traspiés), aunque quizás sea este un montaje más para la gente joven que para la mayor, pero bueno, yo ya estoy más en el tramo de los segundos y a mí me ha gustado, o sea que para qué vamos a ponerle pegas: es un buen bocado.

domingo, 9 de marzo de 2008

Carnaval


Dirección: Tamzin Townsend

Fecha: 08/03/2008

Teatro: Liceo

Aforo: Media entrada


Así es que...


Me encantan los thrillers, un género muy apropiado para tomar el pulso a una sociedad tan convulsa y frenética como la nuestra. Me gustan mucho cuando los leo y, a veces, cuando voy a verlos al cine. Poco cuando los he visto en teatro.


En esta ocasión, Carnaval, de Jordi Galcerán, une a lo vertiginoso y eficaz de la trama, que narra la tensión de una inspectora de policía y su equipo cuando se enfrentan a la desaparición de un niño de tres años secuestrado por no se sabe quién, pero que ha colgado el secuestro en una web para que todo el mundo vea cómo lo va a asesinar, a la reflexión sobre la sociedad en la que vivimos: descarnada, surreal, absurda y cruel. Es un montaje del género, pero atípico: lo importante no es el asesino, lo importante es lo que nos está diciendo ese asesino y no importa quién sea.


Me enfrento en este artículo a descubrir si este montaje es un thriller o va más allá y si me ha gustado o no. No me gusta la descripción del secuestro, que es demasiado artificial, aunque eficaz, al presentárnoslo todo a través de las nuevas tecnologías. Me gusta la angustia que es capaz de transmitir y el desenlace, que añade al sufrimiento producido en el espectador, el del mensaje, desalentador y realista como la vida misma, puesto que todo ocurre y no se descubre al culpable, aunque su amenaza sigue ahí. Quizás, la reacción final de la inspectora Garralda es demasiado exagerada y precipitada, pero el autor, desde mi punto de vista, deja en ese momento grabada su opinión y su mensaje: hay poco que hacer y estoy desalentado.


Es en la dirección y en el trabajo de los actores donde está claro que Tamzin Townsend nos quiere decir que todo ello está al servicio del texto. No ha hecho nada que indique que ahí hay una dirección. Y esto no es malo. Simplemente hace las cosas muy sencillitas para que sobresalga por encima la tensión de la trama. Igual que una novela de Michael Conelly. Entradas vertiginosas, interpretaciones crudas y escenografía realista. Eso sí, algo de lío entre los actores y algunas equivocaciones en el texto. Una pena, porque una cosa es estar acelerado y otra muy distinta decir las frases como hay que decirlas. Aunque eso, y si me permiten la comparación, nos ocurre a todos en la vida real, así es que…